La Presa de los Caballeros, construida hace casi un siglo sobre el rio Gaduares o Campobuche para su aprovechamiento hidroeléctrico, ha pasado a la historia como una gran infraestructura que finalmente no entró en funcionamiento a pesar del empeño de los técnicos de la época.
«La naturaleza impuso su criterio y lo que pudo haber sido la gran infraestructura de la Serranía de Ronda ha quedado como testigo de la lucha del hombre contra la naturaleza.»
La idea de construir un embalse en Montejaque llevaba gestándose desde los albores del siglo XX y durante más de 20 años se iban recopilando datos y realizando estudios técnicos en la zona de Hundidero, produciéndose entre los especialistas de la época opiniones divergentes, unos a favor y otros en contra.
Pero la sociedad española evolucionaba en sus costumbres demandando nuevos servicios y el incremento en los hábitos de consumo, exigía la instalación de nuevas centrales eléctricas. En estos años del primer cuarto de siglo pasado, una presa en Montejaque vendría a enriquecer la zona con la instalación de una central eléctrica importante, que complementaría a las dos que ya existían en el rio Guadiaro, Buitreras y Corchado, aguas abajo de Gaucín.
Por ello en el año 1921, la Compañía Sevillana de Electricidad decide acometer la obra, apoyándose en los informes favorables del geólogo español Juan Gavala y del suizo Buhler, quienes opinan que se pueden retener las aguas a pesar de las condiciones del terreno. En el año 1924 se terminó de hormigonar la presa.
A partir de entonces se pudo comprobar como la gran cantidad de sumideros de agua que provocan las filtraciones del embalse, impedían el almacenamiento de la misma, que acababa finalmente discurriendo por el complejo subterráneo Hundidero-Gato. Se realizaron gran cantidad de ensayos, pruebas y trabajos de investigación, que se desarrollaron a lo largo de casi 25 años, hasta el año 1947, fecha en la que después de enormes esfuerzos por tratar de retener las aguas, se abandonó definitivamente el proyecto y se aceptó la derrota sufrida por los hombres frente a la naturaleza, quedando el Pantano de Montejaque como ejemplo de una obra gigantesca que nunca sirvió de utilidad. Han quedado, sin embargo, unas obras ejemplares, en un lugar de extraordinaria belleza.